Aunque solo sea por respeto…

A menudo me pregunto que es lo que te hace un día, después de llorar de forma desconsolada durante las noches que le han precedido, levantarte con fuerza y salir adelante.
Pienso y, es más, estoy convencida y por tanto defiendo, que la vida y el estado de ánimo que nos mantiene y mantenemos en ella y ante ella, es una cuestión de actitud. Yo siempre he sido una persona difícil, en el sentido de que me ha gustado o mejor dicho, he tenido tendencia a acercarme a las cosas extremadamente complicadas y quizá sin pretenderlo, he terminado metiéndome en situaciones facilmente evitables pero que sin embargo, me han convertido a base de reveses en lo que hoy soy.
Y veo que, sin embargo, y ante situaciones mucho más sencillas de enfocar, hay otras personas que viven placidamente en la amargura. Que a pesar de darles la mano, el brazo y parte del corazón, no son capaces de levantar cabeza. También a menudo me he preguntado qué era lo que estaba haciendo mal para no ser capaz, por más que me esforzara, de ayudar a esas personas a las que quería y no terminaban de sacar la cabeza fuera del hoyo por más que el hoyo fuera a ojos de otros, tan pequeño como para terminar pensando que mantener la cabeza y el cuerpo dentro, era más una cuestión de cabezonería que de otra cosa.
Hoy pienso, después de pasar muchas cosas, después de, incluso en medio de la mayor de las tristezas que provoca la falta de mi padre en la época del año que más disfrutaba con todas nosotras, ser capaz de ver que hay personas que están mucho peor que yo, que hay gente que no tiene nada, que sufre, que pasa frío, que ha perdido a sus hijos, a sus hermanos, que está viviendo entre la vida y la muerte por una enfermedad que le mantiene atado a una cama….por todas esas cosas, yo creo que debo estar ahi, con la cabeza alta, haciendo cosas, tratando de sonreír a una vida que cada días nos golpea, pero a la que podemos hacer frente con un poco de optimismo.
Si mi padre me viera hoy, se sentiría orgulloso de mi, de nosotras, de como estamos enfocando esto. De como hemos celebrado la NocheBuena ocultándole a nuestra madre las lágrimas y apoyándonos y consolándonos unos a otros.  Seguro que habría derramado alguna lágrima de emoción al mirarnos y ser consciente de que nuestra situación, como la de tantos otros españoles ha cambiado, pero estoy segura de que nos miraría con cariño y nos diría: «se que de esto vais a salir aún más fuertes y que vais a encontrar aquello que os haga feliz porque vosotras valeis mucho». 
Siempre me ha servido mucho esa confianza que aquellos que te quieren depositan en ti, y por eso me parece una falta de respeto no utilizar esos «brazos» que te ofrecen con valentía. Hoy veo que hay personas que siempre encuentran un «pero», un «es que» y un sin fin de excusas para estar tristes, para ser grises…incluso para pintar de negro los cuadros de colores.
Personas que son incapaces de salir adelante porque no quieren hacerlo. Yo jamás pensé que llegaría un día en el que me reiría de aquellas veces en las que creí que el sol no volvería a salir jamás. Hoy todos aquellos motivos me parecen de risa, sin embargo entiendo que a veces la mente enferma y que hay razones que la propia razón no entiende. Pero siempre hay alguna para salir adelante. Siempre hay una luz al final del túnel.
De ti depende el pasarte el túnel con los ojos cerrados por miedo a que la luz te ciegue.
Sonríe a la vida, porque en ella estás y es tu derecho y tu deber hacer uso de tu vida de la mejor forma posible, aunque solo sea por respeto a aquellos que ya no están en la partida.

FIRMA-PAU

Melancovalentía

Si ayer era presa de una profunda nostalgia, hoy es la melancolía la que se apodera de mi. Quizá influya el hecho de estar cambiando el armario de estación, viendo pasar prendas de otras temporadas e incluso épocas, recordando momentos a través de las texturas y volviendo a ser un poco aquella persona que vestía otra piel en otro tiempo.

Algunas de esas pieles están hechas jirones, pero las guardaré con cariño en alguna caja para el mañana, porque me recuerdan a quien quise, quiero y querré, y me obligan a recordar a aquellas personas a las que un día admiré casi tanto como a quienes quise, quiero y querré. Pensar en cómo se han ido y en cómo no es sólo la muerte la que puede hacer que las emociones se entierren o al menos, se dispersen en lo más vasto de la inmensidad.

Ojos que no ven corazón que no siente. Jamás nadie escribirá una frase más incierta salvo que el lado poético de quien algún día la pronunció pretendiera usar los ojos como una metáfora del alma, del oído, de la piel, de los recuerdos. Pero si así hubiera sido, entonces su propia esencia de loco le habría hecho ver que no sólo se ve a través de los ojos. Y ese es el verdadero defecto del hombre. El sentir por cada uno de sus poros. El sufrir incluso sin ser víctima de ningún dolor real, sólo con el temor a serlo.

Nuestra mente es lo más poderoso que tenemos, y es ella a la que debemos recurrir cada día, antes de acostarnos, y antes de cerrar los ojos y dejar que sean los sueños, los que al otro día, olvidados, nos permitan seguir adelante habiendo dejado atrás emociones que un día echaremos de menos sin saber por qué.

El mundo es para los valientes, decía mi padre, y así me lo recordó el otro día un buen colega al otro lado de la red que sostienen estas letras que no son más que mi esencia perpetuada, de alguna forma premeditada, por si mañana, o el 21 de diciembre de este apocalíptico año, muero arrasada por esa ola gigante que me acecha en sueños desde que tengo uso de razón, aunque la razón contenida en esa red sea arrasada del mismo modo que todos nuestros sueños.

Siempre he dicho que tener miedo es el primer paso para ser valiente, ya que sólo se es valiente si se vence al miedo. Yo tengo miedo a dejar cosas de lado, a no ver a quién me necesita o a arrepentirme de no haber hecho esto o aquello antes de que sea demasiado tarde. La valentía no es sólo una medida de la grandes hazañas.

No es más valiente el que más hace, si no el que hace aquello que teme no hacer.